miércoles, 31 de diciembre de 2014

De Zimbaue a Botsuana

31 de diciembre

Hoy marcho al último de los países del viaje: Botsuana. He contratado el desplazamiento con el hostal done voy a pernoctar en Kasane, cerca del Parque Nacional de Chobe: The Old House. A las 7 y media me llaman por teléfono para confirmar la hora de recogida: las 10. Desde el hotel hasta la frontera hay unos 45 minutos por una carretera de doble sentido, en bastantes buenas condiciones, y prácticamente desierta: tan solo nos cruzamos con un par de camiones y tres o cuatro coches. Tras salir de Zimbaue me recoge otro conductor en un jeep. El cruce de la frontera con Botsuana va muy rápido. Tan solo me hacen desinfectarme los zapatos para evitar la contaminación agrícola, aunque ni siquiera me preguntan si llevo frutas o verduras, que es su principal preocupación, en teoría. Tampoco me someten al control de Ébola.

Kasane dista de la frontera poco más de 10 kilómetros. Es un pueblo pequeño, situado junto al río Chobe, uno de los afluentes del Zambeze. En esta zona se sitúan las fronteras de cuatro países: Zimbaue, Zambia, Botsuana y Namibia. El pueblo es poco más que una carretera, con algunas tiendas y hoteles para los visitantes del parque nacional.

En cuanto llego al hotel contrato un crucero por el río para esta tarde (a las tres y media) y pregunto por un posible safari de día completo para Año Nuevo (en principio me ofrecen solo el safari de 3 horas por la mañana). Me dicen que hay otra persona interesada y que me lo confirman luego. Más tarde me corroboran que puedo hacerlo. Aunque al ser solo dos personas resulta un poco caro (1.500 pulas, unos 130 euros), decido enrolarme. Al fin y al cabo, para esto he venido y en Kasane hay poco más que hacer, por otra parte, que visitar Chobe.

Después de entrar en la habitación y acercarme a ver el embarcadero del hostal, situado junto al río, salgo a dar una vuelta por el pueblo (más bien la carretera) y entro a un banco a cambiar unos pocos dólares. Pido número, pero hay casi 40 personas delante de mí y solo dos ventanillas abiertas. Me puede la impaciencia occidental, de modo que desisto y saco el dinero de un cajero.


Antes del crucero como un “fish and chips” en el restaurante del hotel (como era de esperar más de una hora para prepararlo, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta que tardan veinte minutos en tomar nota del pedido).

El crucero por el río Chobe es el tercero que hago durante el viaje. Este es el bote más pequeño que cojo y es también el lugar donde veo más animales: sobre todo, grupos de hipopótamos, no solo dentro del agua, sino también en las orillas. Vemos, asimismo, antílopes, pájaros, cocodrilos grandes y un elefante. Chobe es una zona mundialmente famosa por la concentración de elefantes, pero al ser temporada húmeda disponen de agua en el interior y no se acercan al río a beber. Tan solo vemos, pues, un macho joven en la orilla. Los machos jóvenes son los únicos que no transitan en manadas, porque cuando son sexualmente activos se les expulsa del grupo.

El crucero resulta ser una verdadera pasada. Lo disfruto mucho, no solo por los animales, sino porque el paisaje, extremadamente fértil, es muy hermoso. Tan solo me fastidia un poco una alemana medio estúpida sentada junto a mí, que no para de reírse con una risita tonta y de hablar todo el rato con el novio. Pero en los momentos en que permanece callada (los menos, me temo) la tranquilidad de surcar el río viendo animales a lo lejos y rodeado de vegetación es incomparable. Es una manera estupenda de terminar el 2014, un año un tanto complicado aún desde el punto de vista emocional.













La cena la hago en el mismo restaurante del hotel, después de enviar unos mensajes de felicitación de fin de año y de escribir un poco en el diario. Una pizza hawaiana regada con una cerveza local que le pido al camarero que me recomiende y que resulta no estar nada mal. Luego actualizo el diario ¡Y a la cama, que mañana hay que madrugar para comenzar el 2015 con un safari por el parque de Chobe!



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