jueves, 1 de enero de 2015

Chobe

1 de enero

A las 5,30 estoy en pie, no sin cierta pereza porque, después de todo, anoche me quedé despierto hasta tarde para actualizar el diario de viaje (Internet iba bastante lento para subir las fotos). Aprovecho para seguir subiendo fotos a la que me afeito y luego voy a desayunar. En el bar conozco a Renuka, que me va acompañar en el safari por Chobe, y a Sox, nuestro guía. Renuka, averiguaré más tarde, vive en el Reino Unido, concretamente en Portsmouth, aunque nació en la India, y trabaja para una empresa que hace investigación sobre los efectos terapéuticos del cannabis. Todos los años, desde hace 20, se coge al menos una o dos semanas de sus vacaciones para ver fauna salvaje. De hecho, lleva ya en “The Old House” 12 días, haciendo safaris de mañana y de tarde todos los días. Y no es su primera vez.

Salimos a las 7 y en unos 10 minutos estamos ya a las puertas del parque, después de echar gasolina en el LandRover. La mañana amanece nublada, con una extraña calma, que acompaña ese verdor infinito del paisaje a medida que nos adentramos en Chobe. La sensación es de verdadera paz. Como solo vamos Renuka y yo de pasajeros en el jeep, nada obstruye nuestra mirada. Por otra parte, la mayor parte del tiempo que permanecemos en el parque estamos solos, sin avistar otros coches, lo que contribuye a disfrutar aún más del safari. La experiencia me resulta fascinante, sobre todo en esa primera hora de la mañana, incluso cuando no vemos animales, porque el paisaje me parece muy bello. Es uno de los momentos que más he disfrutado hasta ahora.


Los primeros animales que vemos en el parque son los casi omnipresentes impala, que abarrotan la carretera y se apartan a nuestro paso, como hacen también los babuinos, algunos con crías muy pequeñas. Vemos también búfalos, jirafas, con esa gracia y hermosura que les caracteriza, multitud de pájaros y algún elefante. Sobre las 10 paramos a “tomar el té”, aunque como yo ya había tomado algo de café con el desayuno, para mantenerme despierto, tan solo aprovecho para estirar un poco las piernas y contemplar el paisaje, y para ver jugar a los banuinos.

















Reemprendemos el safari, transitando todo el tiempo por caminos de tierra, hasta las 12,30, cuando llegamos a un campamento situado junto al río, donde montamos nuestra mesa de campaña y unas sillas para almorzar.









Por la tarde comienza a llover y pasamos mucho tiempo sin ver animales, más allá de algunos impala. Al salir a la carretera vemos un elefante muerto hace un par de días, del que están dando cuenta algunos buitres. 



De vuelta a los caminos embarrados, cuando finalmente escampa, acabamos encontrándonos con una leona herida, que lame sus heridas. Hacemos una pausa breve y luego vemos otras dos leonas tumbadas, probablemente del mismo grupo que la anterior, a las que hallamos tras seguir sus huellas en el barro. Para rematar el día vemos un leopardo tumbado en una rama, en una estampa casi de postal. Con el zoom de mi cámara se capta la imagen de manera borrosa, aunque con los prismáticos se puede observar al leopardo a la perfección. Renuka lleva una cámara muy buena, que hace unas fotos espectaculares, con unos primeros planos casi increíbles. Se ofrece a enviarme algunas por correo electrónico, lo que le agradezco porque las fotos merecen mucho la pena. 











Rondando casi las siete, la hora límite para abandonar el parque, llegamos a la entrada y luego a “The Old House”. Llueve a mares, como si hubiese llegado el diluvio. En el comedor comparto la mesa con Renuka, charlando de nuestros respectivos viajes. 

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