A las 5,30 estoy en pie, no sin
cierta pereza porque, después de todo, anoche me quedé despierto hasta tarde
para actualizar el diario de viaje (Internet iba bastante lento para subir las
fotos). Aprovecho para seguir subiendo fotos a la que me afeito y luego voy a
desayunar. En el bar conozco a Renuka, que me va acompañar en el safari por
Chobe, y a Sox, nuestro guía. Renuka, averiguaré más tarde, vive en el Reino
Unido, concretamente en Portsmouth, aunque nació en la India, y trabaja para
una empresa que hace investigación sobre los efectos terapéuticos del cannabis.
Todos los años, desde hace 20, se coge al menos una o dos semanas de sus
vacaciones para ver fauna salvaje. De hecho, lleva ya en “The Old House” 12
días, haciendo safaris de mañana y de tarde todos los días. Y no es su primera
vez.
Los primeros animales que vemos en
el parque son los casi omnipresentes impala, que abarrotan la carretera y se
apartan a nuestro paso, como hacen también los babuinos, algunos con crías muy
pequeñas. Vemos también búfalos, jirafas, con esa gracia y hermosura que les
caracteriza, multitud de pájaros y algún elefante. Sobre las 10 paramos a “tomar
el té”, aunque como yo ya había tomado algo de café con el desayuno, para
mantenerme despierto, tan solo aprovecho para estirar un poco las piernas y contemplar
el paisaje, y para ver jugar a los banuinos.
Reemprendemos el safari,
transitando todo el tiempo por caminos de tierra, hasta las 12,30, cuando
llegamos a un campamento situado junto al río, donde montamos nuestra mesa de
campaña y unas sillas para almorzar.
Por la tarde comienza a llover y pasamos mucho tiempo sin ver animales, más allá de algunos impala. Al salir a la carretera vemos un elefante muerto hace un par de días, del que están dando cuenta algunos buitres.
De vuelta a los caminos
embarrados, cuando finalmente escampa, acabamos encontrándonos con una leona
herida, que lame sus heridas. Hacemos una pausa breve y luego vemos otras dos
leonas tumbadas, probablemente del mismo grupo que la anterior, a las que
hallamos tras seguir sus huellas en el barro. Para rematar el día vemos un
leopardo tumbado en una rama, en una estampa casi de postal. Con el zoom de mi
cámara se capta la imagen de manera borrosa, aunque con los prismáticos se
puede observar al leopardo a la perfección. Renuka lleva una cámara muy buena,
que hace unas fotos espectaculares, con unos primeros planos casi increíbles.
Se ofrece a enviarme algunas por correo electrónico, lo que le agradezco porque
las fotos merecen mucho la pena.
Rondando casi las siete, la hora
límite para abandonar el parque, llegamos a la entrada y luego a “The Old House”.
Llueve a mares, como si hubiese llegado el diluvio. En el comedor comparto la
mesa con Renuka, charlando de nuestros respectivos viajes.
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